miércoles, 21 de marzo de 2012

LA PRISIÓN DEL FIN DEL MUNDO

Según Juan Carlos García Basalo en su documentada obra “La Colonización Penal de Tierra del Fuego” (editada en 1981) recién con la creación de las subprefecturas marítimas de Tierra del Fuego e Isla de los Estados llegaron los primeros presidiarios a esos parajes fríos y desiertos.

El autor rescata que el domingo 9 de marzo de 1884 embarcaron y zarparon con destino fueguino en la cañonera “Paraná” y el transporte Villarino, once detenidos de la Penitenciaría Nacional con condenas entre 10 y 22 años de presidio “que puedan servir de picapedreros”, entre otros oficios. Estos once encabezaron la larga lista de trasportados que llegarían a la isla, asociando su pena a la construcción del “Presidio del Fin del Mundo” en Ushuaia, capital del entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego, hoy provincia del mismo nombre.

Este puñado de penados, al mando del coronel de marina Augusto Laserre –que fundó Ushuaia–, contribuiría con la acción carcelaria a ejercer la soberanía argentina sobre la desolada Tierra del Fuego de la manera más concreta según pondera el derecho internacional: con la presencia. 

La cárcel se pensó originalmente como alojamiento de aquellos hombres que por sus crímenes o por su conducta anterior en un establecimiento penitenciario merecían, además de una pena de prisión, un verdadero destierro en un sitio donde la fuerza de la naturaleza era protagonista y su fiereza no había sido atenuada. Y eso se cumplió desde la construcción y durante su funcionamiento, donde la participación de los penados fue lo principal.

Afortunadamente, la Cárcel de Ushuaia, duró lo que un destello dentro de la historia penitenciaria argentina, poco más de cincuenta años desde que se comenzó a construir hasta que fue desactivada durante la gestión de Roberto Pettinato.



Cuando se pensó el “Presidio del Fin del Mundo”, la Penitenciaria Nacional era el modelo de la época y la
nueva cárcel, que sería la prisión más austral del mundo, seguiría sus pasos.
Su asentamiento marcó un hito de progreso potencial para la región: tan así fue, que el funcionamiento de la cárcel en ese remoto lugar, sería luego identificado como la colonización penal de Tierra del Fuego. No sólo
dio nuevas posibilidades y experiencias al quehacer penitenciario sino que, como trasfondo de su asentamiento y funcionamiento, benefició con un progreso impensado a esos parajes desolados y a la forma de vida de su escasa población.
Desde los cimientos, el establecimiento se convirtió en epicentro del crecimiento de la pequeña aldea a la que el coronel de marina Laserre denominó Ushuaia el 12 de octubre de 1884. Desde 1902, cuando se inició la construcción y la ciudad contaba con sólo cuarenta casas, el presidio de Ushuaia fue levantado íntegramente por los penados hasta 1920 cuando concluyeron las obras.

En 1911 fue alojamiento de quienes eran considerados de extrema peligrosidad, la mayoría de ellos  condenados con lo más pesado de la ley: la aplicación de la pena accesoria del artículo 52 del Código Penal. Fue también presidio militar.
El desfile de los penados que eran llevados a Tierra del Fuego, consistía también en parte de la pena:  reunidos los presos frente a la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires se los trasladaba en caravana de condenados hasta el puerto donde abordaban el vapor “El Chaco”, todo un sórdido espectáculo de la época.
 





Con la mano de obra penal se erigieron 5 pabellones de 79 celdas individuales cada uno. Totalizaban 380 celdas, aunque las crónicas de la cárcel indican que llegó a alojar a más de 600 penados.

Los pabellones se dispusieron en forma radial, copiando el diseño de la Penitenciaría Nacional, aunque más estrechos y más cortos y también con el puesto de observación en el centro de la construcción, para permitir la visualización completa y permanente de los pabellones según el sistema panoptista de Bentham. 

Al frente de la bahía se levantó la administración de la cárcel. Entre el Pabellón 1 y el 2 se ubicó la cocina y, entre el 1 y el 5, la panadería. Los talleres fueron colocados en construcciones separadas. Recién en 1943 se inauguró un moderno hospital que por mucho tiempo fue único centro sanitario de la zona. Luego, se convertiría en el hospital de la Base Naval fueguina.
El presidio alojó penados de distintos orígenes, delincuentes comunes y políticos, y muchos célebres: entre ellos el anarquista Simón Radowitsky, Cayetano Santos Godino “el petiso orejudo”, el escritor Ricardo Rojas, y funcionarios del derrocado régimen peronista enviados allí por la autodenominada revolución de 1955. Otro mito pertenece al presidio de Tierra del Fuego: un rumor jamás confirmado, aseguró que por sus celdas pasó en algún momento la figura máxima del tango, Carlos Gardel.
El desarrollo económico que promovió su construcción se derramó sobre toda la isla fueguina y fundamentalmente en Ushuaia a la que, entre otras cosas, por el levantamiento de la cárcel, llegó la instalación eléctrica y el aprovechamiento racional de la madera obtenida de los bosques talados. 

Fuera del establecimiento los penados trabajaron en la construcción de calles, puentes, edificios y el ya citado talado de bosques. También con el trabajo de los presos se habilitó el tren más austral del mundo en 1910, de una extensión de 25 kilómetros, que mayormente transportaba materiales a las construcciones.
Asentada en una isla, la cárcel contó con varias embarcaciones y la más conocida fue "La Godoy".


El frío, el viento, y la fuerza de la naturaleza todavía no recortada por la obra humana se hacían sentir en el presidio de Ushuaia y la vida mientras existió no fue fácil. El 21 de marzo de 1947 la Presidencia de la Nación, por iniciativa de Roberto Pettinato, dispuso la clausura de la cárcel y se procedió al traslado de los penados a otros establecimientos. Ushuaia como cárcel, dejó de existir, no sin antes haber gestado entre sus legendarias paredes las historias y leyendas más variadas que inspiraron la producción de científicos, novelistas, poetas y artistas.

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